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El conocido cuadro de Pablo Ruiz Picasso «Mujer desnuda acostada (Femme nue couchée)» valorado en unos US$ 60 millones saldrá a la venta por primera vez el próximo 17 de mayo, en la sala de Sotheby’s de Nueva York.

Como se sabe, la obra es un «arrebatador» homenaje del genio malagueño a su musa Marie-Thérèse Walter, pintado hace 90 años, y será parte de una gran subasta de arte moderno en la que se ofrecerán otros trabajos destacados como Le Grand Canal et Santa Maria della Salute de Claude Monet y o Nile, de Philip Guston, la obra maestra del expresionismo abstracto.

Según los expertos de Sotheby’s, Mujer desnuda acostada es una pieza «revolucionaria y extraordinariamente sensual». «Fue propiedad de los herederos de Picasso durante décadas antes de ser comprado directamente a la familia», explica en un comunicado Helena Newmanen, directora del Departamento de Arte Moderno e Impresionista de la veterana firma.

Picasso la pintó en París en 1932, un «año milagroso» para el artista, con una producción tan extraordinaria que la Tate Modern le dedicó en 2018 la exposición ‘París 1932’. «Hubo muchos años notables en la larga carrera de Picasso, pero 1932 destaca por ser particularmente trascendental», dice Julian Dawe, director del Departamento de Arte Moderno de Sotheby’s, quien recuerda como aquel año produjo algunas de sus icónicas imágenes de Marie Thérèse.

Mujer ante el espejo y El sueño de Pablo Picasso. Ambos óleos fueron pintados en 1932 y también representan a la amante del artista Marie-Thérèse Walter.

La atlética amante de 17 años

Pablo Picasso conoció a Marie-Thérèse en París en 1927 cuando ella tenía diecisiete años. Durante años mantuvo una relación secreta con ella, mientras continuaba en matrimonio con la bailarina Olga Khokhlova.

En la pintura ahora sale a subasta «la presenta con una potente mezcla de sensualidad e ingenuidad juvenil, que anticipa un punto de inflexión creativo para Picasso, dado que ya no estaba dispuesto a ocultar su pasión y su aventura», agrega Dawes.

La pieza se desmarca además del resto de los retratos picassianos, «tanto por su composición, radicalmente diferente del resto de sus obras, como de la tradición histórica del desnudo femenino reclinado», según Dawes.

Para Picasso, Marie-Thérèse ofrecía una amalgama sensual de amante, modelo y diosa, y desempeñó muchos papeles a lo largo de su obra. En la pintura, la figura de Marie-Thérèse se asemeja a una criatura marina. La joven era una buena nadadora y su gracia atlética fascinaba al pintor español. «Algo que quizás fue aún más seductor para él artista, dado que, a pesar de todo el tiempo que pasó en la playa cuando era niño y posteriormente, de hecho nunca aprendió a nadar», destacó Sotheby’s