Skip to main content

El artista visual Norton Maza acaba abrir una nueva exposición en el Museo Taller de Barrio Yungay, Santiago, espacio consagrado a las herramientas de la carpintería pero que fue uno de los mayores atractivos para él, cuando lo invitaron a exponer porque representaba volver a hacer un ejercicio que no sólo lo marcó profundamente en su niñez, sino que además resultó crucial en su definición como artista.

«La necesidad de jugar» es el nombre de la muestra y que, en el fondo, como explicó Maza a Radio Beethoven es de lo que se trata. La exposición reúne 14 juguetes que restauró, reviviendo una práctica que está en el centro de su creación, en términos biográficos.

El artista nació en Lautaro, en 1971. Ha expuesto en el Museo Musa de Guadalajara, la YAM Gallery de Ciudad de México y el Centro Cultural Matta de Buenos Aires, además de espacios en Los Angeles, California, y en París. También, en el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende y el Museo de Artes Visuales-hoy Mavi UC-. Se formó como artista en la Escuela Nacional de Arte “ENA” de La Habana y en la Escuela de Bellas Artes de Bordeaux-Francia.

El arte casi por accidente

Dice que llegó al arte «casi por un accidente de la vida. Tuve la suerte de que a mi abuelo, en Lautaro, le gustaba el arte, la música sobre todo y también la literatura. Y mi padre se dedicaba a la pintura. Entonces siempre hubo un entorno ligado a las artes». Recuerda que «fuimos exiliados dos o tres años después del Golpe de Estado, entonces la forma de canalizar todo aquello, para mí, fue dibujando, algo que se puede ver mucho en los niños cuando están en conflicto»

Señala que «a los nueve años ya me hacía mis propios juguetes. Una serie de artefactos, diría yo, porque había que hacerlos en condiciones bastante precarias. Yo estaba en Cuba, no había muchos materiales ni de dónde sacar cosas. Había que construirlos desde lo precario y eso hizo que me adentrara aun más en el mundo del arte, desde la escultura».

Luego recuerda que «Curiosamente, la primera vez que me llamó la atención profundamente el arte, y que me marcó hasta el día de hoy, fue en Francia. Cuando tenía como 8 años fui al Louvre. Fue mi primer acercamiento con el arte y yo lo veía como magia. Porque yo dibujaba, y mis dibujitos eran súper precarios al lado de esas grandes obras maestras. Así que fue mi primer impacto. Y en Cuba hay una variedad completa de todas las artes. Por ejemplo, en Cuba descubrí el ballet clásico y la música clásica, que estaban en paralelo a las artes visuales. Tocaban música clásica en las plazas, había orquestas y actividades culturales muy transversales, desde todas las áreas de la de la creación».

Maza recuerda que «Cuando empecé a trabajar los juguetes yo venía llegando de Francia y en Francia el acceso a todos los objetos era mucho más fácil. Cuba era un país muy precario, entonces, en el sentido de la cantidad de recursos no se podía comparar con Francia. Por ejemplo, en Francia yo tenía una pistolita de plástico o un tren, jugaba con el vecino un rato y después me iba para la casa. Pero en Cuba había pocos objetos porque uno tenía poco acceso, no había una tienda de juguetes, sino que tenías lo que te entregaban una vez al año, y entonces uno jugaba con cosas menores, pero mucho más efectivas en el sentido emocional. Esto tiene que ver con el juego colectivo.

El shock del regreso

Explica que al salir de la escuela de arte «tenía mucha información, pero no sabía dónde aplicarla. Entonces yo pintaba y pintaba, y nunca estaba convencido del resultado de mi trabajo. Hasta que en un momento llegué a Chile, que fue el primer shock, porque acá identificaba ambos mundos, entre lugares muy precarios y lugares muy ostentosos, entonces era como estar entre Francia y Cuba. Y ahí de pronto yo digo: ‘¿Por qué estudié arte, si no sé pintar? Sé dibujar un árbol, pero no sé cómo poderlo llevar más allá del árbol. ¿Por qué entré a estudiar arte? ¡Ah! Porque hacía juguetes y dibujaba, porque hacía esas esculturas’. Y ahí recién me di cuenta de que tenía que ver con algo mucho más allá del juguete; en el fondo lo que estaba haciendo yo eran objetos que pasaban a ser mini esculturas con cierto carácter constructivo y móvil. En el caso del Museo Taller, son juguetes que yo reciclo. Entonces, la mitad del objeto es hecho en una fábrica, y la otra parte es hecha por un niño, que en este caso soy yo de adulto. Por eso funde dos realidades».

Indica luego que en el proceso creativo «disfruto, incluso en situaciones bastante complejas, porque para mí se va convirtiendo en una especie de desafío. Si sigo en esa vertiente es justamente porque muchas veces trabajo en equipo los proyectos que son grandes. El equipo siempre aporta en el trabajo colectivo, y es como jugar. Finalmente, todos terminamos siendo parte de un juego. Y cuando el proyecto llega al resultado final es una satisfacción colectiva de lo hemos logrado, hemos jugado. Además, me gusta que el espectador forme parte de la obra y tal vez complete determinados puzzles. En el caso de la última exposición del carro antidisturbios que estaba en el MAC, una señora que estaba cuidando la obra me dijo que había pensado que si los los guacamayos que estaban posados sobre el carro salían volando se iba a caer porque iba a perder el equilibrio. Me dijo: ‘Al fin descubrí, desglosé el proyecto’.

Señala que la mayoría de las obras que desarrolla tienen que ver con la realidad. «Incluso esta serie de los juguetes, porque tiene que ver con la pérdida actual del jugar de ese modo, porque ahora los chicos están más metidos en su casa con el play station, se ha perdido vínculo y ha habido muchas frustraciones porque no han podido desarrollar cosas colectivas». En el caso de la última exposición, ‘Analogías de la realidad’, que tenía los fragmentos de piedra más el carro, había un medio en particular que quería poner la obra en un contexto del estallido social. Obviamente, si uno entra al museo y ve un carro antidisturbios parado de cabeza uno lo asocia al estallido. Pero después uno ve que hay unos guacamayos, y se pregunta por eso. Y empiezas a entender que la obra se empezó a desarrollar dos años antes del estallido».

El arte genera reflexiones

Maza dice que disfruta si su arte genera reflexiones, «porque es el arte lo que permite eso. De hecho, cuando yo fui pequeñito al Museo del Louvre, tenía siete, casi ocho años, mi primer reflejo fue decir: ‘Esto es magia’, porque yo miraba el cuadro y decía: ‘No, pero cómo pintan así, si yo no puedo pintar así, hay un truco’. Tal vez por eso inconscientemente hago proyectos que tienen que ver con la levitación, con la magia de hacer un truco visual para dar la sensación de algo que no es, o dar lejanía en algo que está al lado. El trabajo que desarrollo es transversal y no lo hago para el mundo del arte; lo hago para jugar con los amigos, pasarlo bien, y tratar de conseguir recursos que son muy difíciles de lograr para levantar estos proyectos y vincular a la empresa privada. Aquí fueron empresas increíbles que me dieron un apoyo maravilloso. Estaban, por ejemplo, Inmobiliaria Paz, la automotriz Salazar Israel, Securitas y otras empresas geniales porque, fuera de cualquier contexto social, creyeron en el proyecto artístico. Al final el arte es una forma de conversación, de diálogo, de poder ir más allá de lo visual y empezar desde ahí a plantear distintas hipótesis.

Norton Maza. Fotografía: Jorge Brantmayer.

Juguete restaurado que se exhibe en Museo Taller. Foto: Norton Maza.

«Geografía del Olvido», de Norton Maza. Se exhibió en 2018 en el Museo Musa de Guadalajara, y fue curada por Marisa Caichiolo. Foto: Norton Maza.

Norton Maza presentó su instalación «Analogías de la realidad» el año pasado en el MAC, que celebraba sus 75 años. Foto: MAC.

Norton Maza presentó «El rapto» en 2016 en el Museo Nacional de Bellas Artes. Foto: Norton Maza.

Hipótesis de la obra, de por qué, para qué, cómo. También hay gente que no se pregunta nada, que solamente se quedan viendo cómo se resolvió la obra»

Me enamoré del Museo Taller

Luego relata que me enamoré del Museo Taller, porque es un lugar donde Francisco Dittborn, que es el fundador del proyecto, tiene una colección hermosa de carpintería. Es un museo que te mete en un universo, entonces esto se dio solo, de forma muy natural, porque tengo una relación interhumana con el equipo del museo, que es encantador. Ellos, gentilmente, me dieron la posibilidad de poder entrar en un rincón de ese lugar. Me siento afortunado y orgulloso de poder estar en ese proyecto junto a ellos, porque es un trabajo colectivo. Me dijeron sería bueno hacer algo ahí. Marcela Bañados, curadora de Museo Taller, me invitó y en 30 segundos me di cuenta de que quería volver a ser ese niño más insistente, en este museo, que es muy lúdico, y por otro lado están los temas de la madera y del oficio.

Destaca que su muestra corresponde a objetos recientes «que yo recolecté, que me donaron y restauré. Son creaciones nuevas, es una edición 2023 de estos objetos que son juguetes y que, básicamente, son esculturas; esculturas-juguetes. Es decir, es una escultura que puedes jugar con ella. El auto funciona, de hecho hay un jeep que tenía una parte quebrada y que el referente solamente era la otra rueda, y tuve que ingeniar una para que pudiera girar y doblar con la otra rueda. Eso es lo entretenido, que es como bien precario».

Maza señala que la exposición estará hasta el 30 de junio, al tiempo que invita a una buena oportunidad para recorrer otros espacios en el Barrio Yungay; al frente del museo está Centro Nave, cerca está la Peluquería Francesa, la Panadería Selvaggio, que colabora con el proyecto». (Fuente Radio Beethoven)

Coordenadas

Museo Taller (Compañía 2784). Del 13 de abril al 30 de junio de 2023. Martes a domingo de 10:00 a 17:00 horas. $4.000, entrada general; $3.000, adultos mayores y estudiantes de educación superior. Gratis, menores de 3 años.