Tal como los vertiginosos cambios que se observan desde comienzos de siglo XXI, a principios del XX, la sociedad mundial se estaba en plena transformación, mientras el arte, como su reflejo, lo hacía también a febril ritmo. Artistas como Vasili Kandinsky, Kazimir Malévich o Piet Mondrian apostaban por expresiones que abandonaban los límites del naturalismo y la realidad, desplegando un lenguaje que los hizo pasar a la historia como los pioneros de la abstracción.
Pero, en la misma época, una pintora llevaba ya varios años desarrollando un lenguaje propio, atrevido y, sobre todo, abstracto, cuando en 1911 Kandisky recién publicaba su tratado ‘De lo espiritual en el arte’, considerado el manifiesto de la abstracción.
El nombre de la desconocida pionera era Hilma af Klint quien abordó pinturas tan audaces que fue ella misma las enceró durante décadas, esperando que el mundo avanzara para comprenderlas.
Nacida en 1862, af Klint aprendió a pintar en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo, una de las primeras escuelas en admitir mujeres. Sus inicios en el mundo de la estética son dibujos botánicos, paisajes y los retratos, que le permitían ganarse la vida como pintora. Su condición de mujer hacía que los círculos artísticos -que sostenían que la producción artística femenina debía limitarse a la copia- no miraran con buenos ojos su creatividad.
Hilma aceptó las determinaciones de su entorno, aunque su indócil creatividad e interés por lo espiritual -producto de la muerte de su hermana cuando esta tenía solo 10 años- la impulsaron a una clandestina producción paralela, que mantuvo en secreto durante décadas y que acabaría por convertirla años después en una de las verdaderas pioneras de la abstracción.
Es cuando superó los 40 años que Hilma af Klint comienza a crear obras radicalmente abstractas y de gran formato en las que busca hacer visible lo invisible, resolviendo tópicos más allá de lo humano y terrenal. Su interés por comprender el mundo la llevó a buscar respuestas en el espiritismo y el ocultismo, disciplinas muy extendidas en la Europa de comienzos del siglo XX.
El germen de su obra abstracta se encuentra en sesiones espiritistas de las que participó junto a un grupo de cuatro amigas conocido como “Las Cinco”. En ellas, las mujeres ejercían de médiums, conectando con espíritus que les transmitían mensajes, al tiempo que las obras, que nacían fruto de las sesiones, eran entendidas como creación de fuerzas ocultas. Af Klint llegó a afirmar que “Los cuadros fueron pintados directamente a través de mí, sin ningún dibujo preliminar y con gran fuerza. No tenía ni idea de lo que se suponía que representaban las pinturas, sin embargo trabajé rápida y segura, sin cambiar una sola pincelada”.
En 1906, después de varios años experimentando, Hilma recibió el encargo que se convertiría en su legado: la serie de ‘Los cuadros para el templo’ proceso que se extendió hasta 1915, y durante el cual pintó 193 obras, todas plenas de símbolos y audaz uso de colores en los que la artista trató temas metafísicos, espirituales y cósmicos. Paralelamente a esta producción, af Klint recogió las ideas de su filosofía en cuadernos en los que estaba desarrollando su propia teosofía.
Hilma af Klint falleció a los 82 años, en un accidente, en 1944, año en el que murieron otros tres grandes artistas ampliamente conocidos: Munch, Kandinsky y Mondrian. Af Klint se marchó sin haber enseñado su obra en vida, dejando a su único heredero, su sobrino Erik af Klint, una herencia de más de 1.000 obras, un centenar de cuadernos y su última voluntad: sus pinturas no debían se exhibidas sino hasta al menos 20 años después de su muerte.
Los motivos que llevaron a Hilma a dicha decisión son un misterio. Fuentes conocedoras de su biografía afirman que en esto estuvo aconsejada por Rudolg Steiner, fundador de la Antroposofía y una eminencia teosófica. Al parecer estimó que el mundo no estaba preparado para entender este tipo de expresiones y, aún menos, si la pintora era mujer.
El mundo comenzó a conocer su trabajo en 1986, cuando algunas de sus obras vieron la luz por primera vez, aunque no fue hasta 2013 que la totalidad de su producción fue expuesta y apreciada. Ese año, Moderna Museet de Estocolmo le dedicó una exitosa retrospectiva y desde entonces, su creación no ha parado de ser expuesta.
En abril próximo, la Tate Modern de Londres presentará una muestra que pone en relación su trabajo con el de su contemporáneo Mondrian. Como señalara Iris Müller-Westermann, comisaria de la exposición que redescubrió su figura en 2013, «el futuro es ahora».


Juventud, 1907

Edad adulta, 1907

El cisne, nº 9, 1915

Autorretrato, 1900

Niñez, 1915

Retablo, 1915

Retablo, 1915

El Cisne, 1915

Vejez, 1907

El cisne, nº 17, 1915

El cisne, nº 21, 1915