La pintura del barroco, producida en el siglo XVII y parte del XVIII en Europa y colonias iberoamericanas, pone en escena recursos plásticos que resaltan el efectismo, dinamismo y conceptos complejos propios del contexto histórico marcado por la Contrarreforma, la pintura barroca fue particularmente fecunda al auspicio de los países católicos, tales como Italia y España, aunque también alentada por las diversas monarquías europeas y los sectores privados protestantes que procuraban distinción social.
No obstante sus expresiones diversas, pues, como es natural en el proceso creativo cada país desarrolló características particulares, conforme sus intereses estéticos, políticos y sociales, tiene características sustantivas como señala Andrea Imaginario, especialista en artes, literatura e historia cultural. Entre ellas su “tenebrismo”, estilo observable por un naturalismo de contraste dramático entre luces, sombras y atmósfera oscura dominante (Caravaggio) y “clasismo”, estilo más depurado e idealizado, que procura representar el deber ser de las cosas, dejando fuera la representación de aspectos grotescos o desagradables (Annibale Carraci).
El color es valor dominante en la pintura del barroco, pues, a través de él, se persigue transmitir efectos, sensaciones y conceptos. En el barroco temprano, predomina el uso de una paleta basada en colores tierra, ocres y rojizos. Más adelante se amplía la gama a colores más luminosos que han sido inspiración para una cromática que basada en nuevos materiales, como la fotografía, ha hecho revivir su particular estética.
Es el caso de la artista visual Christy Lee Rogers, quien demuestra en una dinámica serie Muses que la fotografía subacuática puede tener el mismo efecto, pues, como señala Regina Sienra de MyModernMet, “las impresionantes fotografías parecen pinturas del siglo XVII que han cobrado vida y se caracterizan por figuras arremolinadas y telas con movimiento”.
Muses retoma elementos de los grandes maestros del barroco, como los contrastes entre luz y sombra de Caravaggio, el enfoque de Gentileschi en el movimiento, y la paleta de colores de Rubens. Sin embargo, a diferencia del trabajo de estos artistas, las escenas de Rogers no tienen lugar en interiores opulentos o paisajes mitológicos; ocurren bajo el agua.
Las imágenes de Muses fueron tomadas de noche en una piscina iluminada, lo que otorga a cada fotografía su aspecto suave –como de pincelada– y permite a Rogers inundar a sus protagonistas con luces y sombras mientras giran en el agua.
En entrevista con Photoairs, Rogers señala que, tras experimentar múltiples pérdidas en un periodo corto de tiempo, decidió sumergirse por completo en su arte, lo que daría paso a esta espectacular colección. “Entendí que cualquier día podía ser el último, y supe que nunca me perdonaría si no hiciera todo lo que tengo la capacidad de hacer ahora, y ése es el corazón de Muses, la inspiración que me empujaba a seguir”.


Caravaggio, Deposición, Museos Vaticanos